martes, 6 de octubre de 2009

Infierno invierno


La ventana tiembla. El viento sopla suavemente la cortina. Son las cuatro de la mañana, de un frío martes, de un infierno invierno.
Aquí me encuentro, sentado bajo el aura de un antiguo sillón con la madera tallada por aparentemente un triste y bohemio artista. Tengo todavía puestos mis zapatos de cuero que compre en aquel viaje a México, y la camisa negra, que a menudo cuelgo y descuelgo. Unos pantalones de vestir tan elegantes como para el juicio de la reina, casualmente del mismo tono que la camisa. Acompañado de un cinturón con una increíble hebilla que contiene las iniciales de un perro que tuve a los 18 años de edad.
¿Su nombre? No tiene importancia.
Sobre mi fina mesa de madera se encurtan mis hojas, acompañadas de una pluma de pavo real, y un cenicero perfecto en todas sus propiedades. Tan perfecto que hace que los cigarrillos sean más ricos.
La casa no te diría que es divertida, porque no hay fiestas, y la mayoría piensa que únicamente dichas palabras son sinónimo de extrema diversión, o al menos yo lo pensé hasta innumerables lunas de mi vida. Para mi punto de vista, mi casa es demasiado apacible. Sus paredes son frías, pero energía negativa jamás se producirá. Hay demasiado fuego y llamas de reserva.
Como mencionaba anteriormente, aquí me encuentro. Desde hace años con la soledad, a la cual de una manera muy digna me gusta acompañar. El viejo amigo del coraje, suele hacerme compañías causales.
Creo ser demasiado joven para mi edad, siento sentir, haber vivido, a veces, el doble. Es lindo estirar ciertos años de la vida, para tener un espacio vacío, únicamente dedicado, a poder narrarla. Desde la bella infancia, los padres, los hermanos. Casas y lugares que uno ha estado y por ende han dejado una huella. Esos increíbles viajes y odiseas. Aventuras de mujeres, esos amores que uno nunca olvidara. Esos viejos amigos, esos tan odiados enemigos. Círculos de lealtades y traiciones. Esos animales tan bellos que siempre me desconectaron en un 97% de mis problemáticas. Los años de sonrisas y risas, de riqueza interna. Los años de lágrimas interminables, de extrema pobreza interna. Toda una cronología excelentemente detallada. Que inspiración.
A mis mascotas las adoro, que compañía tan bella. No me maltratan ni dicen cosas hirientes. Me aceptan tal cual soy, no hay remordimientos, menos cambios de humor. Hago mucho por ellos, pero a diferencia de la última dama, siempre valoran mi esfuerzo por más inválido que sea. Nos damos y recibimos amor, compañerismo, solidaridad y respeto.
Este invierno me seduce pero en los más profundo de mí ser, donde se juntan anhelos y razones, tanto no me agrada. Ya pasó mucho tiempo desde que inicio, y me suele desesperar acordarme cuanto falta para que termine. A gritos pido un sol, mariposas girando alrededor de las multicolores flores y esos verdes de esas plantas con tanta vida y energía. Mis perros quieren ir al lago, necesitamos salir a caminar. Quiero tomar mate y cantar a los cuatro vientos una chacarera bien argentina. Quiero preparar esos asados de verano, y todo lo que su ritual implica.
Solo me queda esperar como hasta ahora, pero me sincero de manera absoluta y en el fondo te manifiesto, que ya no aguanto mas este infierno invierno.
Matías

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